El especifismo en Argentina, presencia e influencia de fAu

El especifismo en Argentina, presencia e influencia de fAu

 

[NOTA PUBLICADA EN LUCHA LIBERTARIA Nº33 – octubre 2021]

La presencia
de fAu en Argentina y la incidencia de su propuesta política creemos incluyó
varios momentos y etapas, y atravesó diversas estrategias de influencia a lo
largo de las últimas décadas. Para comenzar, es cierto que el planteo político
del dualismo organizacional había intentado afincarse en nuestro país en
distintas épocas. La primera data de fines del siglo XIX, con la aparición de los
círculos anarquistas impulsados por Errico Malatesta, Francesco Momo y Ettore
Mattei entre otros, en simultáneo a la fundación de los primeros sindicatos a
nivel local. El otro momento destacado fue durante la década del 30´, con la
aparición de la Federación Anarco Comunista Argentina (FACA) y la Alianza
Obrera Spartacus. La militancia de estas organizaciones políticas ya había
tomado nota de la advertencia lanzada por Malatesta décadas atrás, sobre el
peligro de “unificar el movimiento obrero y el movimiento anarquista” y sobre
la pérdida de preponderancia de nuestra corriente política en el seno del
pueblo. Pero, lamentablemente, todos estos ensayos, con el devenir de las
décadas, no llegaron a prosperar ni dejar un germen organizativo para los años
venideros.

Sin
embargo, al otro lado del Río de la Plata, un grupo de importantes cuadros del
anarquismo logró procesar de manera sagaz el difícil momento histórico de
reflujo que estaba viviendo el anarquismo a nivel mundial atravesando la mitad
del siglo XX. Ese balance político y proyección dio lugar en 1956 -a tan sólo
20 años de la derrota en España- a la fundación de la fAu (federación
Anarquista uruguaya), pensada como herramienta organizativa de los y las
anarquistas, a la hora de trazar una estrategia de inserción adecuada para
influir de manera certera en las luchas sociales.

Como
es sabido, el flujo constante entre la población uruguaya y argentina, y sus
influencias culturales, políticas y sociales, han tenido un carácter especial a
lo largo de la historia, cuyos orígenes contemplaron hasta un mismo plan de
emancipación durante las guerras anticoloniales. En este sentido, lo que
sucediera en Uruguay con la reconfiguración del anarquismo organizado, llegaría
a tener incidencia tarde o temprano en la dinámica del anarquismo argentino.

Desde
sus inicios, la fAu se ha mostrado preocupada en la tarea de la reconstrucción
del anarquismo organizado en el Cono Sur y América Latina y por la recuperación
de la influencia del anarquismo en las dinámicas sociales del continente.  Argentina no sería la excepción.   

La
presencia de fAu en Argentina y sus intentos por influir en el reagrupamiento
del anarquismo local pueden ser analizados en distintas etapas. La primera de
ellas se da a partir de la aparición pública de la organización, durante las convulsionadas
décadas del 50´y el 60´. En ese entonces, a partir de relatos de Juan Carlos
Mechoso -miembro fundador de fAu- existieron viajes y encuentros entre la fAu y
militantes anarquistas de Argentina, sin llegar a concretizarse ningún proyecto
político a nivel local, más allá de emprenderse algún proyecto editorial común.
Es válido resaltar que gran parte del anarquismo argentino en ese entonces se
encontraba en un franco declive, más preocupado por diferenciarse del peronismo
que por combatir las sucesivas asonadas militares y dictaduras.

La
siguiente etapa, marca la presencia de fAu en Argentina, más por razones de
contexto. Primero con la migración de jóvenes cuadros sindicales provenientes
de la ROE, que terminaron convergiendo en Resistencia Libertaria -principal
organización política anarquista de Argentina de ese momento, con influencia en
algunos gremios y ámbitos sociales-. Pero a partir del golpe de Estado del 73´ y
el abrupto avance represivo en Uruguay, la fAu definió un repliegue estratégico
a los países linderos, siendo Argentina el de mayor recepción de militantes de
la organización. Es así como miembros de la OPR (herramienta armada de la fAu) son
los primeros que cruzan a Argentina a fines de impulsar acciones para lograr “los medios económicos para una lucha contra
la dictadura que se prevé dura y larga”
. La consigna de ese entonces era “durar luchando”. El advenimiento del
Golpe del 76´en Argentina encontró a decenas de militantes realizando un
trabajo organizativo y de coordinación contra el avance represivo y el Plan
Cóndor. Sin embargo el tenor de la represión golpeó duramente a la militancia
que se encontraba en el país, siendo la mayoría secuestrada y desaparecida por
la brutal garra de la dictadura militar genocida.

Con
la vuelta al orden constitucional en la región, fAu plasmó nuevamente sus intenciones
de colaborar en la reorganización del anarquismo latinoamericano, en momentos
donde el neoliberalismo comenzaba a flagelar duramente al continente. Hacia la
década del 90´, Brasil fue la principal zona de influencia, a partir del armado
de la Federación Anarquista Gaucha (FAG) y posteriormente de otras organizaciones
anarquistas, que luego confluyeron en la actual Coordinación Anarquista Brasilera.
En Argentina, tras varios viajes, este influjo se moldeó a partir de la
constitución de grupos políticos a fines de la década del 90´, con la aparición
de AUCA en La Plata, grupo CAIN (posteriormente OSL) en Buenos Aires, y la
Organización Anarquista de Rosario (OAR), los tres grupos con mayoría de la
militancia en el medio barrial y estudiantil. Estas nuevas organizaciones
intentaban de alguna manera retomar la estrategia del dualismo organizacional,
sistematizado en el especifismo uruguayo. Esta influencia explícita, inclusive
llegó a expresarse en la conformación y participación de una Coordinación Anarquista
Latinoamericana junto a fAu y FAG, de pocos años de vida pero con encuentros e
instancias de articulación que arrojaron inestimables experiencias.

Con seguridad, este puntapié sirvió de insumo
por un lado, para la concreción de los ELAOPA (el primero hacia 2002), como
instancia de encuentro entre la militancia de base y de los ámbitos de
inserción. Por el otro, la experiencia volcada por ese resurgir del anarquismo
organizado en Argentina, fue sin dudas el impulso inicial para la constitución
de futuras organizaciones anarquistas, una de ellas la Columna Joaquín Penina
(posteriormente Federación Anarquista de Rosario), fundada en 2008. Pero este
resurgir organizativo del anarquismo, luego de algunos traspieses (como fue la
corta experiencia de la última FACA junto a grupos de Buenos Aires) de algún
modo habilitó a repensar una estrategia de construcción adecuada y paulatina,
con elementos que permitieran poner en pie organizaciones sólidas, con
programas de acción, con estructuras orgánicas acordes, y un relacionamiento
más que necesario para crecer e ir consolidar lo construido. Para esta etapa,
los sucesivos viajes de fAu desde 2012, y la visita de FARJ en 2014, fueron
cruciales para la sistematización de la estrategia de construcción local
(plasmada en el I Congreso de FAR), y por ende nacional. Para 2016 comienza en
Córdoba la experiencia organizativa de la OAC, que aparecerá para sumar
voluntades y fuerza a la estrategia de la construcción especifista nacional.
Para 2020 la OAT Tucumana y para 2021 la OASC santacruceña seguirán el mismo
camino bajo la influencia de la matriz política propuesta por fAu desde sus
inicios, allá por 1956.

Aquí es importante destacar algunos aspectos
fundamentales que marcaron la presencia de fAu en Argentina y su influencia
política. Primeramente remarcamos que esto se ha dado en el marco de una
estrategia latinoamericana, a partir de una lectura no solo de un anarquismo
internacionalista y de los lazos que los pueblos tienen desde miles de años,
sino de una lectura de la realidad del sistema de dominación que desde la
colonización ha establecidos mecanismos de saqueo y sojuzgamientos específicos
para esta región. Esto hace que nuestra corriente política no se refleje en expresiones
organizativas aisladas sino articuladas de forma inherentemente regional.

Por otro lado, hasta la llegada de las
organizaciones tucumanas y santacruceñas, la principal zona de arraigo del
especifismo se había dado en la región pampeana (posiblemente por similitudes con
la historia y la composición social montevideana). Aquí notamos que si bien Argentina
presenta una formación social diversa, lo que requiere un despliegue distinto
de la estrategia, la propuesta política especifista permite y exige
adaptabilidad al contexto, como ya ha sucedido en Brasil anteriormente. Esta
diversidad plantea un desafío para la construcción del anarquismo organizado en
nuestro país, pero estamos convencidos que esto potenciará aun más esta
corriente, dotándola de nuevos elementos a la hora de combatir en sus distintas
formas la dominación.

Otro aspecto de suma relevancia tiene que ver
con que la experiencia de fAu y el legado de su matriz política vienen a suplir
cortes o ausencias del anarquismo en Argentina durante la segunda mitad del
siglo XX (con excepción de la experiencia de RL en los 70), ayudando a
restituir –al menos en parte- la continuidad histórica. La sistematización de
las experiencias, el ejercicio de la memoria histórica, el encuentro y el
compromiso de la fAu ha permitido el traspaso de ese legado preciado del
anarquismo que hace casi un siglo y medio tomó arraigo popular en esta parte
del mundo.

Por último, no ha sido algo menor la
transmisión metodológica de parte de la militancia de fAu hacia los compañeros
y las compañeras en Argentina. Más allá de cualquier postulado o serie de
principios; el forjamiento de un estilo militante caracterizado por ser humilde
y respetuoso de los procesos de las organizaciones populares; solidario y
comprometido con las causas de nuestra clase; disciplinado y paciente respecto
de los tiempos de la construcción de un pueblo fuerte; son siempre una guía en
nuestra tarea cotidiana como de reflexión sobre la práctica que abordamos
colectivamente.

Asimismo, y no menos importante, ha sido la
serie de elementos del anarquismo organizado han sido puntales para el comienzo
de las organizaciones políticas locales, tales como la necesidad de un programa
de acción, de una carta orgánica, de una estrategia de inserción, crecimiento y
acumulación, así como de una estructura política, o el análisis necesario de la
formación social local y regional. Todos estos elementos en constante
interacción con nuestro accionar cotidiano en las organizaciones sociales han
permitido multiplicar la militancia, crecer de manera firme con respecto a nuestra
influencia y proyectarnos de manera seria a largo plazo.

 

 


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